Esa tarde mi mamá me contó por primera vez la historia de mi adopción.
Yo hice muchas preguntas. Hice muchas preguntas porque quería entender.
Y al final entendí. Mi mamá dice que hay cosas que uno va entendiendo de a poquito.
El que no termina de entender las cosas es Felipe. Felipe se pasa el tiempo haciendo preguntas. Y pregunta, y pregunta… Y yo le explico. Pero le cuesta entender.
Alejandro también pregunta a veces, pero Alejandro es mi mejor amigo. Felipe es mi segundo mejor amigo. Podría ser el primero si no hiciera tantas preguntas.
-¿Cómo es ser adoptado?- Me pregunta.
Esa, por ejemplo, es una pregunta tonta. Ser adoptado es ser un hijo, igual que él. Con un papá y una mamá, igual que él. Solamente que los hijos adoptados tenemos además una historia vieja, como dice mi mamá, una historia que viene de antes.
Eso nos pasa a todos los que somos adoptados. Como Alicia, que vive a la vuelta de mi casa y que es adoptada, como yo. Y a un montón de chicos más. Porque hay un montón de chicos adoptados en el mundo.
Dice mi papá que seguro que en la escuela hay unos cuantos. Sólo que nosotros no sabemos que son adoptados porque ellos no se lo andan contando a todo el mundo; se lo cuentan a sus mejores amigos nada más, o capaz que no cuentan nada porque no tienen ganas de contar.
– Pero vos ¿Naciste de panza o no naciste de panza? – sigue preguntando Felipe.
Eso es lo malo de Felipe, que hace preguntas tontas. Yo no sé si explicarle o darle una piña.
Alejandro me dice que mejor le explicamos. Alejandro siempre me ayuda a explicarle a Felipe lo que Felipe no entiende.
Así que le expliqué lo que me explican mis papás cada vez que pregunto. Espero que esta vez haya entendido. Con Felipe nunca se sabe.
Yo nací de la panza de una mujer, como todo el mundo. Sólo que, después de nacer, ella y yo nos tuvimos que separar. Eso fue lo que pasó.
Esa es mi historia vieja. Hubo una mujer que me tuvo en la panza. Y también hubo un hombre, claro, porque ningún bebé puede crecer en una panza si no hay un hombre y una mujer. Eso lo sabe cualquiera…
Esos fueron mis padres biológicos. Y esa palabra no la inventé yo, eh. Ya estaba inventada…
Acá pego un dibujo muy gracioso que hizo Alejandro de la cara que pone Felipe cuando digo yo «padres biológicos». Ya van como cinco veces que se lo explico, pero siempre que digo «biológicos», él pone cara de «bio ¿Qué?». Y yo le tengo que explicar (¡qué paciencia hay que tener con Felipe!)
Los padres biológicos son los que te hacen nacer, los de la panza.
También le mostré el dibujo que me hizo mi papá el año pasado, para ver si me entiende.
Yo de mis papás biológicos no me acuerdo. No los conozco. Nada. No tengo ni una foto…
Lo único que sé es que se separaron de mí. Que nos tuvimos que separar.
Tampoco sé por qué nos tuvimos que separar. Mi papá y mi mamá tampoco saben.
Siempre que pienso en eso me da no sé qué… Me da como un nudo acá en el estómago. No me gusta mucho pensar en esas cosas.
En lo que me gusta pensar a mí es en esta foto. Esta es la foto más linda del mundo.
* L. Abraham de Cúneo, E: de De la Fuente, F. Riterman, S. Mandelbaum, A. Márquez, D. Felbarg.
Editado por: Libros del Quirquincho.