El niño, la condición misma del menor, es prueba de la condición social humana, es decir, si hiciera falta probar de algún modo que la sociedad no es una imposición superflua sino que forma parte de nosotros, los niños son una prueba, porque el niño exige, necesita sociedad, necesita a los otros, necesita ser humanizado.
Los humanos no nacemos humanos sino con la capacidad de serlo, pero lo que nos hace humanos es el contacto con los otros. Nos humanizan los demás. La humanidad es una «enfermedad» que nos contagiamos los unos a los otros y sin los demás, no llegamos a ser humanos. Podemos llegar a sobrevivir, pero no humanamente.
Por supuesto, para empezar, por el lenguaje, que es lo que nos va a permitir relacionarnos, no solamente con los demás sino también con nosotros mismos. Lo recibimos de otros y es el instrumento que nos vincula para siempre con el mecanismo social. El lenguaje es sociedad interiorizada permanentemente.
Pero antes mismo del lenguaje, yo creo que ya está la presencia humana determinando nuestra condición. El niño se gesta por primera vez en el útero materno y por segunda vez en el útero social, que son las personas que lo acogen, que lo cuidan, que lo miran. Yo creo que la mirada del padre y de la madre es fundamental en el desarrollo de los menores. El niño busca constantemente la mirada de sus padres y buscar ser mirado para ser confirmado en su existencia, confirmado en su semejanza.
Ser padres en el sentido biológico es transmitir la vida, pero si la paternidad se entiende como algo más que un fenómeno fisiológico, sobre todo ser padres es transmitir humanidad.
Evidentemente, la paternidad en el sentido biológico del término es algo que puede ser involuntario e incluso inadvertido. En cambio, transmitir humanidad siempre es una empresa deliberada y creadora, que exige de una reflexión, paciencia y dedicación. Es decir, la dimensión humanizadora, ese hacernos más humanos los unos a los otros, es algo que exige entrega. No es casual.
Lo más importante educativamente hablando de nuestras vidas es que somos educados por semejantes a nosotros. Es muchísimo más importante el hecho de que nos eduquen nuestros semejantes que cualquier cosa que nos digan nuestros semejantes al educarnos.
Fragmento de la conferencia del Dr. Fernando Savater, pronunciada en el Congreso sobre Adopción Internacional de Barcelona (26-2-99)