Entrevista a Inés Giménez, hija adoptiva
Puri Binies (*) Inés Giménez no supo, hasta los veintidós años, que era hija adoptiva. Hace ya algún tiempo que está intentando conocer sus orígenes biológicos. No busca unos padres, porque ya los tiene, pero sí unas respuestas al vacío. Estas son sus razones.
P. -¿Qué es lo que te ha llevado a buscar tus orígenes tus orígenes biológicos?
R. -Bueno, en mi caso, cuando de pronto, ya adulta, te enteras de que la historia de tu vida es diferente a la que te habían explicado, a la que te han hecho creer toda tu vida… sientes la curiosidad de responder a una serie de preguntas quién eres, de dónde vienes, son preguntas que el ser humano necesita poder responder, que le inquietan. De pequeños todos los niños preguntan de dónde han venido, cómo se han conocido sus padres…cuando ya de mayor te enteras de que esas preguntas no tuvieron, en su momento, la respuesta adecuada sientes, entre muchas cosas, una gran curiosidad.
P. -El hecho de haber conocido tu condición de hija adoptiva ya de adulta, el hecho de que tus padres te ocultaran un dato tan fundamental, es decir, construyeran un engaño, una mentira…. ¿crees que tiene un peso específico en tu decisión posterior de indagar sobre tus orígenes biológicos?
R.-Bueno, yo no lo definiría exactamente como una mentira, es más bien la imposibilidad por condicionamientos sociales, por miedos personales, de decir la verdad. Parece una redundancia, pero no lo es. Es decir, mis padres no me querían mentir, sabían que me lo tenían que decir pero tenían la imposibilidad de hacerlo, les daba miedo….Ciertamente, si este aspecto hubiera estado revestido de absoluta normalidad, si hubiera sabido desde siempre mi condición de hija adoptiva, posiblemente la indagación sobre mis orígenes biológicos no iría más allá de una mera y simple curiosidad, supongo que no me habría planteado demasiadas cosas. El llegar a los veintidós años y de repente encontrarte con una historia que no es la que creías que era… pues, evidentemente, influye. No es, para nada, lo mismo crecer conociendo tu historia que despertar a ella, de repente, cuando ya eres una persona adulta y tus bases están más o menos formadas.. Es profundamente diferente y esta diferencia no creo que sea positiva.. Creo que hubiera sido mucho más fácil para todos haberlo sabido desde el principio.
P. -¿Cómo viven tus padres adoptivos este deseo tuyo de indagar en tus orígenes biológicos?, ¿lo viven como una agresión, positivamente….?
R. -Sobre este tema, el de mi adopción, nunca más se volvió a hablar en casa, se me dijo, pero después ha quedado aparcado….De alguna manera, por fin lo dices, descorchas y lo dejas aparcado. Todo está bien, ya se ha dicho y no tiene porqué pasar nada… para algunas personas de mi familia esto no tiene porqué cambiar nada. Por lo que respecta a la indagación sobre mis orígenes, son de la opinión que el querer conocer a alguien que no representa nada en tu vida, del que no tienes ni siquiera un concepto físico, no tiene ningún sentido, no entienden esa necesidad… Mi padre, y en general la familia, aceptan y respetan el hecho de que quiera indagar, de que quiera saber, pero no hay ninguna profundización en el tema, por eso no sé hasta que punto comparten, aceptan, o están de acuerdo con mi decisión de intentar saber quién es mi familia biológica. Hay un silencio en torno al tema. Yo creo que ellos lo viven con un cierto miedo a que me obsesione con el tema, con ese mismo miedo que les impidió, en su momento, decirme con absoluta naturalidad, que yo era su hija adoptiva. Tenían miedo a que si me lo decían yo, de repente no quisiera saber nada de ellos… Ahora creo que es un poco, también ese mismo miedo a que cambie en algo nuestra situación…
P. -Y, por tu parte, cuando tomas la decisión de buscar a tu madre biológica, ¿lo vives con un cierto miedo de hacerles daño a tus padres adoptivos?
R. -Sí, por supuesto, en un principio te lo planteas. Es miedo, sobre todo, a que ellos me malinterpretaran. Yo siempre les decía que no estaba buscando a unos padres, porque padres ya tengo. Tenía la necesidad de que quedara muy claro, para todos, que por encima de todo, ellos son mis padrees.. Y esta necesidad quizás se agudizó, aún más, cuando perdí a mi madre. Superado el dolor, reiniciaba la búsqueda, que ya había planteado en casa, con este convencimiento personal de que no va a haber ningún cambio con mi familia, porque no siento ninguna necesidad personal de ello. Me han hecho comentarios de todo tipo «pues ahora vas a tener dos familias», «tendrás que elegir entre una u otra». Hay muchísima confusión en torno a este tema y evidentemente te planteas el tema de que se te malinterprete. Tú sabes que lo que estás haciendo es lo correcto, estás segura de tus ideas, de tus deseos, pero temes que las personas más cercanas te malinterpreten y eso les haga daño.
P. -Tienes claro que no buscas unos padres, porque padres ya tienes pero entonces, ¿qué es exactamente lo que buscas?.
R. -Alguien dijo una vez, y es quizás la respuesta más breve y más clara que lo que buscaba era «poner un rostro». De hecho, tengo muy claro que de encontrar a mi madre biológica, o a mi padre biológico…, el día que eso ocurra yo no pretendo mantener una relación con esa persona porque sé que vamos a ser unas perfectas extrañas, unas perfectas desconocidas. Si luego se diera una relación, pues estupendo. Pero yo no voy con ninguna expectativa concreta, ni con ninguna carga de odio o de rencor. Tampoco pretendo cubrir ninguna carencia afectiva porque no la tengo, básicamente lo que quiero es poner un rostro y poder contestar una serie de preguntas, «¿qué ocurrió?» «¿cómo sucedió?». Lo que sí me gustaría encontrar es la figura del hermano, supongo que porque siempre la he deseado, y no la he podido tener… Pienso que va a ser difícil, quizás imposible, pero me gustaría mucho que ocurriera e incluso que pudiéramos entablar una relación.
P. -Pero, al igual que en el caso de tus padres biológicos, un hipotético hermano sería también para tí un perfecto desconocido…
R. -Sí, pero es diferente. Hay por mi parte una predisposición, una necesidad que en el caso de mi madre por ejemplo, no la hay en absoluto puesto que en este sentido no he tenido carencia alguna. Carencia de hermano sí que la he sentido y la siento. Un rechazo por parte de mi madre biológica no me causaría daño porque yo aquí no tengo ninguna carencia, sin embargo el rechazo de un hipotético hermano lo consideraría mucho más injusto, falto de razones…
P. -Tal y como ha evolucionado en los últimos años el concepto de la adopción, del hijo adoptivo, la transparencia que cada vez más, rodea al tema tanto dentro como fuera de la familia ¿cómo la valoras tú personalmente?
R. -Yo lo veo tremendamente positivo; puesto que ayuda a que una situación que a-priori, no representa ningún problema (en un momento dado, tú llegas a una vida y esa persona, por las circunstancias que sean, no puede cuidar de tí…), una situación que se dá y no hay por qué engrandecerla ni empequeñecerla, sino tomarla en su justa medida, se viva, de verdad, con absoluta naturalidad. Es muy diferente que a los veintidos años te digan «eres hija adoptiva, pero no pasa nada». Si no pasa nada, ¿por qué no te lo habían dicho en todo este tiempo?… si realmente es algo lógica, normal y natural, ¿por qué no nos comportamos realmente como si fuera algo lógico, normal y natural?.
Por ello me parece tremendamente positivo que todo esto vaya cambiando y que la adopción se revista de naturalidad, que los padres expliquen a sus hijos su realidad desde el primer momento en el 100% de los casos. Las cosas se convierten en negativas en el momento que las tratamos de manera negativa. En este sentido, faltaría que esta naturalidad y transparencia en el campo de la adopción llegara también al tema de la búsqueda de los orígenes biológicos. Que las personas que quieran indagar sobre sus orígenes, reciban un trato, por parte de la Administración, repleto de normalidad, sin tabúes, sin cerrazón. En ocasiones, cuando acudes a la Administración para pedir tu expediente parece que seas culpable de algo. Incluso sería necesaria una mayor transparencia en las propias familias puesto que en algunos casos, se niegan a dar a los hijos información que poseen sobre sus padres de origen. Si se tratara la situación con normalidad y naturalidad sería mucho más fácil para todos.
P. -¿Has pensado alguna vez en adoptar un hijo, una hija?
R. -Bueno, es algo que ha pasado ciertamente por mi mente pero que tengo allí aparcado. Creo que la decisión de adoptar un hijo ha de partir de un deseo muy claro de paternidad. Lo que no quiero, de ninguna manera es que responda a una necesidad con la que pretenda «solucionar» unos conflictos personales… Cuando tuve a mi hijo pensé que por fin tenía algo propio, algo realmente mío. Con el tiempo he llegado a la conclusión de que los padres no somos más que el «medio» por el que los hijos llegan a este mundo. Se pertenecen a ellos mismos, podemos ayudarles a crecer y debemos ayudarles, sobre todo, a hacer respetar su propio yo ante los demás, pero poca cosa más. Si algún día decido tener un hijo adoptivo, responderá a un deseo, pero no quiero que mi historia personal, caiga como una losa sobre él, igual que intento que no recaiga sobre mi hijo biológico. Yo con mi madre tuve una relación muy cercana, fue el motor de mi adopción, por ello quiero agradecerle desde aquí, el haber hecho realidad estas palabras del poeta Schiller:: «No es la carne y la sangre sino el corazón, lo que nos hace padres e hijos».
(*) Psicóloga. Directora de la Revista «Infancia y Adopción» (Barcelona).
El presente texto ha sido extraído de la Revista Nº 5 de «Infancia y Adopción».