¿Pueden devolverme? – Linda Walvoord Girard(*)

Desde que Mariana era una pequeña niña, sus padres le hablaban con naturalidad de su adopción.

Le decían que no había crecido dentro de la panza de su mamá, sino en la de una señora que fue su mamá biológica; Mariana no escuchaba lo que le relataban: «cuando te adoptamos»…… no le sonaba diferente a que le dijesen «cuando eras pequeña te llevábamos al parque».

Un día sus padres estaban sentados en el jardín y le contaron: – ese árbol lo plantamos cuando te adoptamos – ¡ Ese día oyó realmente la palabra adoptada!

– ¿Querés decirme que una señora fue mi mamá antes que vos? ¿Y otro señor fue mi papá?
La mamá asintió.
– ¿Querés decirme que tengo otra mamá en algún lugar?
– Sí – respondió el papá, -fue tu mamá durante un tiempo muy cortito al principio.
– ¡Yo no quiero ser adoptiva! ¡Yo quiero que sólo ustedes sean mi mamá y mi papá!
Mariana corrió a su cuarto. Estaba confundida, como si alguien le hubiese hecho una broma, ¿una señora que la tuvo en la panza era su mamá?

Ser adoptiva la hacía sentir triste y sola. Sus padres se acercaron a su cuarto.

– Sabemos que estás triste, pero nosotros somos ahora tu papá y tu mamá. Nos conocemos desde que tenías sólo 4 días, aquí está tu álbum de fotos: mirá, aquí estás en tu cuna, aquí en la bañera, aquí con tus juguetes, con nosotros, con tus abuelos…

Sus padres reían y Mariana también comenzó a reír y se sintió un poco mejor; nadie mencionó esa noche la palabra adopción, sólo el papá la abrazó fuerte y le dijo: tú eres nuestra hija. Esa noche Mariana permaneció despierta largo rato. No podía olvidar la palabra «adoptada», no podía ser algo relativo a ella.

Trataba de creer que no era verdad, pero pensaba…

¿De quién era ella si no había nacido de la panza de su mamá? Imaginaba quiénes eran sus padres biológicos y por qué no la conservaron. ¿Había sido una beba fea o mala?

Por la mañana se despertó enojada y comenzó a hacer problemas, no levantó su ropa, no desayunó y se quedaba en su cuarto.
– ¡No me agradas! – le gritó a su madre. – ¡Tú no eres bonita como mi madre verdadera! Ella fue una artista de cine y mi padre una estrella de football !

– Sé que estás enojada pero eso no te autoriza a herirme, le dijo tranquila su madre. Tenés que aceptarme como soy y eso es así. Yo soy tu verdadera mamá.

A la semana siguiente, su madre le trajo un libro sobre un niño adoptivo. Mariana no quiso leerlo y dijo: – este libro no es para mí ni habla sobre mí, ¡ llevátelo !

Su madre lo dejó en el cuarto y Mariana lo escondió debajo de su cama.
¡Cómo deseaba que nunca le hubiesen contado que era adoptiva!

Al día siguiente llegó la baby sitter y Mariana le pidió que le leyera su nuevo libro. Quería saber si los niños adoptivos podían ser devueltos a sus madres biológicas.

¿Y si un día una señora golpeaba la puerta y le decía: es hora que regreses a casa, Romina? ¿Y si nunca sabría que su nombre habría sido Romina?

Mariana escuchaba atentamente el libro.

El libro decía que nadie podía cambiar una adopción.
Cuando un juez decía que eras adoptivo ya no podías irte, ni ser una visita temporaria. El libro decía: ¡la adopción es para siempre!

Tranquila se acostó a dormir.

Un día, su mamá se puso un perfume llamado Paloma y mientras Mariana se perfumaba preguntó: – ¿Paloma era el nombre de mi mamá?
– No, el nombre de tu mamá era Marta, yo no la conocí, pero me contó el juez que le dolió mucho tener que buscar otros papás para vos.
Era lo único que quiso escuchar ese día.

Todo giraba dentro de su cabecita, miraba televisión y no escuchaba ni una palabra. El nombre de su mamá había sido Marta… Marta… Marta… y ella había estado triste por dejarla ir.

La adopción era para siempre y nunca podría perder la mamá y el papá que tenía ahora.

Al día siguiente dibujó un corazón que decía Marta.

– ¿Cuál era el nombre de mi papá? Le preguntó a su papá esa noche.
– «Raúl», y se señaló a sí mismo. Mariana rió.
¿Te referías a tu papá biológico? – le dijo. No conocemos su nombre pero tenías un papá biológico y Marta sabía quién era.
– Pero … ¿dónde viven?
– No viven en el mismo lugar y no estaban casados, por eso no tenían un hogar para darte.
– Es la parte triste de tu historia – dijo la mamá.
– Aunque fue feliz para nosotros, recordá siempre eso -agregó el papá-
– ¿Dónde nací?
– En un hospital cerca de aquí.
Mariana no sabía si deseaba preguntar más. Continuó pensando en sus padres biológicos cuando estaba en la plaza, en la iglesia, en la escuela …
– ¿Todas las madre quieren a sus hijos? -Preguntó Mariana a su maestra.
Yo creo que tu madre biológica te amaba, adivinando lo que Mariana deseaba saber
– ¿Cómo lo sabes?
– Te amaba para decidirse a darte a otra familia, yo sé qué difícil debe ser para una mamá decirle adiós para siempre a su bebé. Si ella no podía tenerte quería que fueses querida y cuidada.

Mariana regresó a su casa y le dijo a sus padres: la maestra me dijo que cuando sos adoptiva, significa que tus padres te cuidaron del mejor modo que pudieron. Te quisieron.
– Por supuesto -respondió el padre.
– ¿ Entonces no tenía yo nada malo, fallado ? – preguntó Mariana.
– No. No había ningún defecto en vos, respondió su papá, y tampoco hiciste nada malo, los bebé que son adoptados no lo son por haber hecho algo malo-
– ¿Dónde estaba yo cuando nos juntamos? -preguntó Mariana.
– «En el hospital» – contestó la mamá. Tenías 4 días de vida y una asistente social se encontró con nosotros allí.
– Cuando te vimos, fue un amor a primera vista – dijo su papá.
– ¿Y ahí me adoptaron?
– No, esperá, explicó su mamá. – La adopción se realiza al final de un año con un juez. Tu mamá biológica completó papeles, nosotros también; en esos papeles ella escribió que no estaba en condiciones de ser tu mamá y nuestros papeles decían que podíamos ser buenos padres y te queríamos a vos. Un día de invierno, fuimos al Juzgado con vos. Estaba el juez en su oficina y le presentamos los papeles.
El juez dijo: – prometer amar a esté bebé es para siempre, y ser sus padres, no importa si llueva o salga el sol.
– Sí, contestamos.
– ¿La cuidarán y educarán hasta que crezca?
– Sí.
– Muy bien, dijo el juez y firmó los papeles ese mismo día.
– Entonces, ¿ustedes no pueden dejarme nunca ir?
– Nunca, nunca. Siempre serás nuestra niña, no importa cuán grande seas y crezcas, y el día que vos tengas hijos nosotros seremos abuelos, contestaron sus padres.
Fuimos al Juzgado con muchos amigos y familiares a festejarlo.
– ¿Un festejo por mí?
– ¡Por supuesto! La fiesta de bienvenida a la bebita que esperamos tanto tiempo … fuimos con globos y caramelos …
Estábamos felices de haberte encontrado y que el juez firmó los papeles de la adopción
Ahora somos una familia, y cada año ese día mamá y yo lo recordamos con emoción y alegría. Muchos niños en el mundo son adoptivos, pero hay una sola Mariana ………….. (apellido).
– Tengo una idea, ¿todos los años, ese día podríamos hacer una fiesta nosotros tres ? – preguntó Mariana.
– ¡Por supuesto!
– Mariana se abrazó fuerte a sus papás. Se sentía muy bien ahora. Aceptaba que ella no había nacido de sus padres como muchos otros niños.

También aceptaba lo que Marta y su otro papá habían decidido.
Ahora tenía dos fiestas, un cumpleaños y un día de adopción. De ahora en adelante celebrarían ambas fechas. Habrían muchas tortas, globos y caramelos.

*»Adoption is for always»
por Linda Walvoord Girard.
Ilustrado por Judith Friedman. Copyright texto 1986 por Linda Walvoord Girard.Copyright Ilustraciones 1986 por Judith Friedman. Reimpreso con permiso de ALbert Whitman & Company, Morton Grove, Illinois, USA.