La pregunta tradicional: «¿Tenemos que contarle la verdad?» que formulaban los padres adoptantes hace décadas, hoy en día perdió eficacia.
Aún encontramos padres que ensayan alguna resistencia, pero no tardan mucho en comprender que el silencio o el engaño perjudicarían no sólo a la criatura sino que deterioraría los vínculos familiares, atando a toda la familia a un secreto difícil de guardar.
Durante décadas los padres ensayaron utilizar el relato que compuse y que edité en el primer volumen de la «La adopción»1 y que fue el resultado de una experiencia que había obtenido después de escuchar durante años lo que los mismos chicos decían y lo que a los padres les resultaba difícil decir.
La narración acerca del origen, que es fundamental para construir la propia identidad, depende del lenguaje, es decir, las palabras que son las que definen a los seres humanos como sujetos de cultura, diferenciándolos de las especies animales. Formando parte de esa cultura, las palabras escritas son fundadoras de la cultura de la adopción2 no sólo debido a las palabras escritas en el texto de la ley, y también debido a las palabras que utiliza la comunidad para hablar acerca de los adoptantes y adoptivos, sino porque los chicos se convierten realmente en hijos cuando disponen de las palabras que verifican su derecho a conocer su origen.
En el relato que se utilizó y aún se utiliza, la madre de origen aparecía en carácter de desconocida, de la cual poco y nada sabían los adoptantes; y si el niño o la niña preguntaban por ella, sus padres afirmaban no tener noticias de esa mujer, lo cual era, hace un par de años, estrictamente cierto. Porque la identidad de la madre de origen, sólo podría conocerse so los adoptantes solicitaban sus datos en el juzgado, circunstancia poco frecuente.
La situación se modificó, y los hechos se posicionaron en el extremo opuesto de lo que ocurría anteriormente: ahora es habitual que los padres viajen a provincias donde se conectan con un abogado que tiene conocimiento de las mujeres que están embarazadas y dispuestas a entregar el bebé. Establecen el contacto y entonces se produce la novedad: conocen a la madre de origen cuando aún el bebé no nació. Más aún, suelen entablar una relación con ella, e inclusive conocen a los hermanitos de la criatura por nacer.
De este modo, el relato acerca del origen incluye una nueva perspectiva, que subraya la potencia de la cultura de la adopción ya que por formar parte de esa cultura se produjeron cambios en la legislación; cambios que desembocaron en el aumento de parejas que recurren al método que describí en el párrafo anterior. Entonces al hablar con el hijo tienen que asumir el conocimiento de la madre de origen. No es posible decirle: «no se nada de ella, no sé como era».
Por el contrario, la vieron, hablaron con ella y quizás la ayudaron económicamente. ¿Con qué palabras le explican la situación a los chicos?
Como efecto de la progresiva complejización del pensamiento y de las prácticas acerca de las adopciones, la información acerca del origen complejizó su texto.
La filiación de los adoptivos actuales, dada esta modalidad de relacionar a los adoptantes con la madre de origen, se construye desde un nuevo relato que describe el encuentro de los padres adoptantes que no pueden concebir y la mujer grávida que decidió entregar a su bebé. Un encuentro que no podrá despejarse de la historia de origen, dónde ya no sólo rige la ley que representa al estado y legaliza la identidad del adoptivo, sino que ahora ese origen también está regido por la escena que protagonizan los adoptantes al enfrentar a la madre de origen; y viceversa.
El adoptivo deberá recrear imaginariamente esa escena que anticipa su nacimiento y que al mismo tiempo refina la idea de origen de su dimensión social y cultural: a diferencia de lo que sucedía antes, en ese origen social como producto del encuentro sexual entre un hombre y una mujer.
El nuevo relato demanda, por parte de los adoptantes, algo más que las emociones a flor de piel, como resultado inevitable del encuentro con «esa mujer»: Les propone pensar en la historia de la cual proviene el hijo, que abarca mucho más que una madre de origen; abarca también las evidencias sociales de los abusos, las ignorancias y las pobrezas que impregnan la vida de quienes se reproducen sin poder trascender en aquellos que no los representan como hijos. 1 Eva Giberti, La adopción. Ed. Sudamericana, Bs. As.
2 Utilizó esta expresión, que constituye la matriz de una corriente de pensamiento nueva en el tema de la adopción, que abarca perspectivas psicológicas, jurídicas, pediátricas, sociales en general. En la presentación del libro LAS ÉTICAS Y LA ADOPCIÓN (página 12) editado en 1997 y previamente en el artículo Adopción de niños mayores en la Revista Actualidad Psicológica Nº 241, en ese mismo año.
* Psicoterapeuta. Representante para la Argentina de la Federación de Escuelas para Padres y Educadores con sede en Francia.