Él se duerme conmigo todas las noches, abrazado a mí y yo abrazada a él. Le digo en creole que yo soy su mamá: «Mwen se manman ou» y él me responde que sí, que yo soy su mamá: «Manman mwen».
Hace casi dos meses que mi hijo haitiano de 2 años está en casa.
«¿Estás segura que podés amarlo tanto como a tu hija biológica?», preguntó el asistente social que me entrevistó durante el proceso de adopción. Me acuerdo de la pregunta cada noche y sonrío ¡Si nos viera ahora en pleno ritual de mimos y besos se sentiría ridículo por el planteo! Vuelvo a abrazarlo y nos quedamos dormidos, construyendo un vínculo de puro amor que va más allá de todo.
Ser tu mamá es amar tu piel oscura, dañada, y sanártela todos los días. Es disfrutar de cada sonrisa que me hacés, embriagarme con cada carcajada y ahijar cada una de tus lágrimas cuando la angustia te supera o te sentís un poco perdido. Ser tu mamá es aceptar tus traumas, las incógnitas de tu pasado y abrazarte muy fuerte cuando mirás la luna y te da miedo. Ser tu mamá es tratar de poner palabras en tu boca, que apenas empieza a estrenar este idioma, y ayudarte constantemente a contactarte con todo lo nuevo. Ser tu mamá es mágico, mi querido hijo. Estamos al fin juntos y como dicen en tu tierra, ahora sí, tout bagay byen: va a estar todo bien…