¿Por qué nos exigen tanto?

Lic. Beatriz Gelman

Menores desamparados… Niños en situación de riesgo…
Personas sin hijos… Parejas que no pueden concebir…
Protagonistas que aparentemente parecieran necesitar sólo un encuentro oportuno para que la adopción pueda llevarse a cabo.

Sin embargo, con el deseo no basta. Regulando la protección de los menores, el Estado busca garantizar la capacidad de quienes se postulan para ejercer la maternidad /paternidad. Estos últimos deben atravesar un proceso de elección/selección, impuesto por el Estado y sus organismos reguladores. Así surgen en la escena entrevistas, cuestionarios, evaluaciones… A algunos suele inquietarlos, a otros los enoja y muchos interrogan, ¿por qué nos exigen tanto?.

Esta pregunta es formulada con frecuencia por los futuros adoptantes. Quienes trabajamos con ellos nos encontramos a diario con su desazón por la espera, su frustración por el hijo no concebido, los múltiples tratamientos sin resultados positivos y sumado a esto: ¡tener que demostrar idoneidad para adoptar!

Cuando una pareja decide adoptar, demanda una rápida solución a su necesidad. Aquí se enfrenta con el Estado que requiere adultos preparados para ser padres adoptantes.

¿Quién sabe ser padre? Es cierto que nadie sabe desempeñar ese rol antes de ejercerlo y se aprende con la experiencia, pero la filiación adoptiva implica un reconocimiento del alcance de la diversidad familiar y las familias adoptivas tienen sus puntos de semejanzas con las biológicas y también sus diferencias específicas.

Los adoptantes tienen que informar sobre la adopción a sus hijos, contestar a sus preguntas, sostenerlos frente a los sentimientos de ambivalencia, enojo y dolor que la situación de pérdida les puede despertar, trabajar para el proceso de adaptación e integración a una nueva familia cuando se trata de niños mayores, teniendo en cuenta que algunos niños poseen dificultades por malos tratos padecidos.
Sumado a ello, los padres adoptantes, se ven enfrentados a la posibilidad de que sus hijos deseen en algún momento, conocer sus orígenes y requerirán sostén y acompañamiento.

Lo expuesto, lleva a reconocer las diferencias entre la filiación biológica y la adoptiva. De esto se desprende, la necesariedad de una preparación previa para informar y concientizar a los postulantes sobre los aspectos singulares en la constitución de la familia adoptiva.
En ocasiones, evaluamos que está contraindicado que la pareja adopte en determinadas circunstancias. Múltiples factores nos pueden llevar a esta conclusión: descontando los casos de perturbaciones psíquicas severas, situaciones coyunturales como la muerte reciente de un hijo, elevada magnitud de angustia frente al deseo de adoptar, el sometimiento velado de uno de los cónyuges a la decisión de su pareja, la práctica -tan habitual en nuestro medio- de realizar tratamientos de fertilización asistida, simultáneamente con la inscripción para adoptar.

Contraindicar la adopción en un momento determinado, no debe considerarse como una situación definitiva. Es una evaluación realizada en un momento vital de la vida de una pareja que necesitará replantearse algunas cuestiones. Es necesario proponerles un tiempo de trabajo elaborativo de los conflictos manifestados para que puedan emerger los afectos subyacentes e ir resolviendo las dificultades.
Es importante que los postulantes comprendan que “no están inhabilitados” para ejercer la parentalidad, sino que requieren de una postergación de su proyecto, que aunque sea doloroso aceptarlo, tiende a generar mejores condiciones en el seno de la pareja y en cada uno de ellos.

Respecto a la simultaneidad planteada de tratamientos de fertilización asistida y adopción, nos encontramos con el apoyo generalizado a esta doble alternativa que, a mi entender, no es conveniente abordar en forma paralela. Los argumentos que respaldan esta posición, plantean: ¡de las dos formas se accede a un hijo!, ¡además, si están buscando adoptar, estarán más distendidos para hacer el tratamiento!
Como podemos inferir, estas expresiones, no quedan circunscriptas a los pre-adoptantes sino que es un concepto también arraigado en el ámbito profesional.

He aquí una nueva recurrencia del tema planteado respecto a la falta de reconocimiento de las diferencias entre la concepción y la adopción de un hijo.

Un hijo adoptivo necesita advenir en un espacio preparado para él, inaugurar un lugar propio. Por esto, es que la indicación sugerida a las parejas en tratamiento de fertilización asistida, es que los continúen hasta lograr el proyecto deseado, o de lo contrario, poder renunciar al hijo biológico y reflexionar sobre otras alternativas.

Si la elección apunta hacia la adopción, será necesario que vayan haciendo un pasaje del hijo que habían fantaseado concebir al hijo posible porque, indudablemente, será diferente. El deseo de adoptar se va constituyendo y consolidando en la medida que crece el entusiasmo por criar un hijo.

La decisión de adoptar es compleja y difícil. Todos aquellos que atravesaron por esta situación, pueden dar testimonio de esto aún cuando luego hayan experimentado experiencias parentales satisfactorias.

Los profesionales que trabajamos en este área, tenemos la responsabilidad y el compromiso de orientar psicológicamente en este proceso de la pre-adopción. Si tan sólo nos convertimos en meros técnicos evaluadores buscando la idoneidad de los futuros padres, dejamos desamparados a los protagonistas del proceso adoptivo (si descuidamos a los posibles padres, lo hacemos también con los niños).

Es fundamental que el Estado regule a través de sus organismos y/ú organizaciones no-gubernamentales, espacios para poder abordar y resolver estas cuestiones. Es necesario que se multipliquen estos ámbitos que así propiciados posibilitarán a los futuros adoptantes encontrar en ellos una oportunidad para esclarecerse e informarse y no sólo un proceso de selección obligado.